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La senda del perdedor

La altura, el dolor, el frío y las horas

Los relojes, la obsesión por los relojes, por tenerlos y mirarlos y la mierda de estar siempre debajo de alguno, la mierda de las horas decidiendo cosas, horas de hacer algo y horas de hacer lo contrario, horas infranqueables como un jodido muro de acero. El tiempo que separa unos días de otros, el tiempo que separa estar en la calle de volver a casa, el tiempo durante los fines de semana y el tiempo durante un lunes. Diferentes medidas. Como una goma. Todas las ideas de nunca, y las ideas de espera.

Traidor

Cuidarlo
a lo largo de toda una vida.

Mimarlo
cuando enferma.

Curarle
las heridas.

Alimentarlo.
Limpiarlo.
Arroparlo.
Embellecerlo.

Todo ello
¿para qué?

Invariablemente
acabará
traicionándote.

La muerte
será la moneda con la que
tu cuerpo te pagará
todo cariño que le
profeses.

Cuidarlo no evitará que
armado de
cáncer u otra terrible enfermedad
te apuñale
por la espalda.

Tu cuerpo es tu enemigo.

Destrúyelo.

Héroes

Todas las mujeres magníficas, con sus tetas, sus culos y lo que sea que llevan dentro, nunca serán para mí. Las veo y sólo puedo pensar: todas ésas nunca serán para mí. Para todos los que lucharon en alguna guerra habrá estrellas y para los demás no habrá nada.

Qué es lo que te convierte en una leyenda, que tu nombre sea repetido por mil personas una sola vez o que una sola persona repita tu nombre mil veces... ... ... ... ... Cada vez que veo la muerte de cerca me siento como un extranjero.

Sentados en la yerba

Procura elegir bien porque un suicida no va a enseñarte a esquivar las minas.

Es más importante tener la ropa adecuada que tener la información adecuada.

Esta ciudad puede matarte de un millón de maneras distintas antes de saber qué coño ibas a decir. Es jodido. Pero así están las cosas. Sólo te queda confiar en los ángeles y, bueno, creo que ya todo el mundo sabe quién es el que cuida de los ángeles. Así que ya sabes hacia dónde tienes que mirar si quieres que amanezca más deprisa, o si en mitad de la noche te da por pensar que no hay nada como estar en casa.

Puedes apretar los ojos al dormir pero eso no hará que las pesadillas pasen más deprisa.

Una desgracia no disminuye tu porcentaje total de desgracias, eso es algo que inventaron las compañías aéreas para animar a los viajeros después de un accidente.

No voy a escribirle un poema al coño de la chica de las páginas centrales

El cerdo hijo de puta que eres,

el que persigue culos con la polla fuera,

el que mentirá a la mujer que ames,
también vive dentro.

Acostúmbrate a él, Santo gilipollas, porque es el único que vuelve siempre a visitarte y a ése se la traen floja los abrazos.
No aparece nunca en las canciones, no sabe bailar, confunde la luna con un queso, nunca miente y volverá siempre a visitarte, no tiene madre

y se la traen floja los abrazos.

¿Puedes creer que el chico de la casa grande de la esquina, metió la cabeza en el váter y tiró de la cadena?

Dice que Australia no le quita el sueño, y nadie está muy seguro de lo que hay que hacer con un chico así.

Tenía una novia preciosa, que andaba siempre debajo de preciosos vestidos que casi andaban solos.

Su novia y él estaban pensando en casarse...

... Y el chico metió la cabeza en el váter y tiró de la cadena.

Aquello fue la noticia del mes. La gente del barrio no hablaba de otra cosa. El pastelero fue el primero en reaccionar: "No es la primera tarta que cambia de rumbo." La chica de los vestidos preciosos tardó un poco más en entenderlo. Su padre se lo explicó muy despacio: "Nunca puedes estar seguro con un chico que no sabe dónde está Australia." El chico le echa la culpa a los locutores de televisión: "Puedes ver cómo se mueven sus bocas pero no puedes entender lo que dicen. Hablan de niñas mutiladas y de campeonatos del mundo. Es como el revólver de un idiota: una bala de verdad y una de fogueo, una de verdad y una de fogueo, una de verdad y una de fogueo."

Queréis

¿Queréis cigarrillos?
No.
¿Veis como si queréis cigarrillos?

¿Queréis anudaros la corbata?
No.
¿Veis como si queréis anudaros
la corbata?

¿Queréis mataros?

Lo sabía.

El canto de la tripulación

En la tienda de hamburguesas somos catorce, siete en el turno de mañana y siete en el de tarde. Yo estoy en el de mañana, pero a veces me pasan al de la tarde, si alguien se ha puesto enfermo o tiene el día libre.

En el comedor central está la foto del empleado del mes, la tienen ahí colgada para que todo el mundo la vea. Al principio el empleado del mes era uno más, me refiero a muchísimo tiempo atrás, pero trabajó tanto y tan bien que le ascendieron a empleado del mes y hasta pusieron su foto en el comedor central. Según parece, desde hace más de un año nadie ha conseguido desbancarle, claro que, viendo al resto, no se puede decir que haya tenido mucha competencia. A pesar de la magnífica labor del empleado del mes las cosas no van demasiado bien. Según el jefe de zona somos uno de los equipos más lentos de la empresa. Cada semana nos pasan un informe y allí todo el mundo fríe, envasa y vende más hamburguesas, más patatas fritas y más aros de cebolla que nosotros. El empleado del mes dice que a ver si nos esmeramos pero, al parecer, aquí nadie le presta mucha atención al empleado del mes.

En la tienda de hamburguesas te hacen llevar una camisa de rayas rojas y naranjas, pantalones rojos y una gorrita de rayas rojas y naranjas con una hamburguesa de cartón en lo alto. Te pones el uniforme al entrar y no te lo quitas para nada hasta que sales. En la foto que cuelga del comedor central se ve al empleado del mes de cintura para arriba con su gorra y su hamburguesa encima.

El empleado del mes pasa la mayor parte del tiempo en las cajas registradoras vigilando que todo el dinero caiga en el mismo sitio, después se pasea por las freidoras de hamburguesas y por la máquina de los refrescos; allí se mete un poco con el gordo Lorenzo y finalmente viene a ver cómo van los aros y las patatas.

El empleado del mes tiene cara de imbécil...

Garras del paraíso

cuando las jovencitas
se hacen mujeres
y las ametralladoras
apuntan hacia mí
agachado
tras muros más delgados
que los párpados.
no hay más defensa
que todos los errores
cometidos.

entretanto
me ducho
contesto el teléfono
hago huevos duros
estudio el movimiento y el deterioro
y me siento tan bien
como cualquiera
mientras paseo al sol.

Viernes Santo

De niño me dijeron que si mordías las hostias mordías a Dios, así que me pasaba horas y horas con la oblea pegada al paladar haciéndome cosquillas y volviéndome loco. (Es sólo un ejemplo.)

No mantengo muy buenas relaciones con la iglesia. De niño me lo había tragado un poco y pedía perdón a Dios después de cada paja, pero es que de niño te cuentan muchas estupideces y como eres pequeño y tienes las orejas más grandes que cualquier otra parte del cuerpo entra todo. Después con los años seguí con las pajas.

Aunque se mate la gente

Leí en el periódico que un pastor había derribado un helicóptero de una pedrada. Resulta que el helicóptero andaba por allí asustando al rebaño y al pastor se le ocurrió que a lo mejor conseguía ahuyentarlo a pedradas. Después aparecieron los de la televisión y los de la radio y los de los periódicos y al pobre hombre le faltaban piedras para sacarlos a todos de su prado. No debe ser nada fácil tirar un helicóptero de una sola pedrada. A veces las cosas son tan raras que hacen gracia, aunque se mate la gente.

No

No hay niños, ni novias, ni madres
ni terrazas, ni amaneceres, ni sol,
sólo hay gente que se arrastra
por las aceras. Y cosas.
La gente, conforme se arrastra, sueña las cosas
haciéndolas como terrazas,
como amaneceres, como sol.
La gente, conforme se arrastra,
se sueña
como niño, como novia, como madre.
Mas no existe tal cosa:
No hay niños, ni novias, ni madres
ni terrazas, ni amaneceres, ni sol.
Sólo gente que se arrastra. Y cosas.

El sudor de los niños no es como el de los hombres

Las cosas en general van siendo peores según creces, por eso resulta especialmente cruel que te amarguen la vida de pequeño, cuando aún tienes posibilidades. Los hombres se vuelven repugnantes con la edad, van empeorando año tras año hasta convertirse en viejos babosos.

Cuando era pequeño quería estar una semana o un mes sin decir ni palabra, pero luego no conseguía estar más de una hora con la boca cerrada. Cuando era pequeño me enfadaba muchísimo. Ahora me enfado menos y sin tanto empeño. Si me preguntaban en clase me ponía colorado como un tomate. También si alguien se metía conmigo o si se me acercaba alguna chica. Por eso andaba todo el día pegándome. El colegio es un sitio horrible y sólo hay una manera de que no te toquen demasiado las narices: a tortas. Si no eres capaz de pegar a nadie estás perdido, ser el mierda de la clase es casi tan malo como ser el gordo o el marica. Si yo hubiese sido el gordo de la clase, ahora estaría encerrado en un supermercado disparando con una recortada sobre todas las madres y sus hijos y los empleados de mantenimiento sin compasión ninguna.

De puta madre

Hoy estoy mejor que antes de ayer, hoy lloré menos.

¿Para qué sirve la vida?

Si un Seat Ibiza sale con dos enamorados
que tienen cada uno 150 sueños
de la ciudad X a una velocidad media
de 120 km/h
y cincuenta minutos después colisiona con un tren mercancías:
¿Cuántos amores y cuántos sueños nos quedan?
Un mercancías más 1 gran amor más 300 sueños
es igual a 1 funeral coma 2 cadáveres.
Razonamiento: Sólo el mercancías contabiliza.
El resto de datos viene para despistar.
Si al padre de la chavala le da por liquidar al maquinista
me llevo uno.

Me alegro de haberte visto

(Jamás te saluda al llegar. Lo primero que hace en cuanto se sienta es decir que sólo puede quedarse un par de minutos.)

--Oye, te he buscado un maricón. Está al final de la barra. No mires. Te lo he estado reservando.
--Muy gracioso, ya veo que no has cambiado. ¿Cuándo vas a crecer?

(Le aburro a muerte. De verdad. Pero él a mí me divierte mucho.) --¿Cómo va tu vida sexual? (Le pone negro que le pregunte cosas así.)

--Tranquilo. Cálmate, por favor.
--Ya estoy tranquilo. Oye, ¿qué tal por la Universidad? ¿Cómo te va? ¿Te gusta?
--En efecto, me gusta. Si no me gustara no estudiaría allí.
(A veces se pone insoportable.)
--¿En qué vas a especializarte? ¿En pervertidos?
--¿Qué quieres? ¿Hacerte el gracioso?
--Te lo decía en broma. Oye, tú que eres la mar de intelectual, necesito un consejo. Me he metido en un lío terrible...
--Escucha. Si quieres que nos sentemos a charlar tranquilamente y a tomar una copa...
--Está bien. Está bien. No te excites.

(Se le ve que no tiene ninguna gana de hablar de nada serio conmigo. Eso es lo malo de los intelectuales. Sólo quieren hablar de cosas serias cuando a ellos les apetece.)

Le digo: --De verdad, ¿qué tal tu vida sexual? ¿Sigues saliendo con la chica que veías cuando estabas en... La que tenía esas enormes...
--¡No, por Dios! -me dice.
--¿Por qué? ¿Qué ha sido de ella?
--No tengo ni la más ligera idea. Pero ya que lo preguntas, probablemente por estas fechas será la puta más grande de todo...
--No está bien que digas eso. Si fue lo bastante decente como para dejarte que la metieras mano, al menos podías hablar de ella de otra manera.
--¡Dios mío! -me dice-. Dime si va a ser una de tus conversaciones típicas. Prefiero saberlo cuanto antes.
--No -le contesto-, pero sigo creyendo que no está bien. Si fue contigo lo bastante...
--¿Hemos de seguir necesariamente esa línea de pensamiento?
--¿Con quién sales ahora? ¿No quieres decírmelo?
--Con nadie que tú conozcas.
--¿Quién es? A lo mejor sí la conozco.
--Es escultora.
--¿Sí? ¿De verdad? ¿Cuántos años tiene?
--Nunca se lo he preguntado.
--Pero, ¿como cuántos más o menos?
--Debe andar por los cuarenta.
--¿Por los cuarenta? ¿En serio? ¿Y te gusta? ¿Te gustan tan mayores?
--Me gustan las mujeres maduras, si es eso a lo que te refieres.
--¿De verdad? ¿Por qué? Dime, ¿es que hacen el amor mejor o qué?
--Oye, antes de proseguir vamos a poner las cosas en claro. Me niego a responder a tus preguntas habituales. ¿Cuándo demonios vas a crecer de una vez?
--¿Cuánto tiempo hace que sales con esa escultora? El tema me interesa de verdad. ¿La conocías ya cuando estabas en...?
--¿Cómo iba a conocerla? Acaba de llegar a este país hace pocos meses.
--¿Sí? ¿De dónde es?
--Se da la circunstancia de que ha nacido en Shangai.
--¡No me digas! ¿Es china?
--Evidentemente.
--¡No me digas! ¿Y te gusta eso? ¿Que sea china?
--Evidentemente.
--¿Por qué? Dímelo. De verdad me gustaría saberlo.
--Porque se da la circunstancia de que la filosofía oriental me resulta más satisfactoria que la occidental.
--¿Sí? ¿Qué quieres decir cuando dices "filosofía"? ¿La cosa del sexo? ¿Acostarte con ella? ¿Quieres decir que lo hacen mejor en China? ¿Es eso?
--No necesariamente en China. He dicho Oriente. ¿Tenemos que proseguir con esta conversación inane?
--Oye, de verdad. Te lo pregunto en serio. ¿Por qué es mejor en Oriente?
--Es demasiado complejo para explicártelo ahora. Sencillamente consideran el acto sexual una experiencia tanto física como espiritual. Pero si crees que...
--¡Yo también! Yo también lo considero lo que has dicho, una experiencia física y espiritual y todo eso. De verdad. Pero depende muchísimo de con quién estoy. Si estoy con una chica a quien ni siquiera...
--No grites, por Dios -me dice-, si no sabes hablar en voz baja, será mejor que dejemos...
--Sí, sí, pero oye -le digo-, ya sé que debe ser una experiencia física, y espiritual, y artística y todo eso, pero lo que quiero decir es si puedes conseguir que sea así con cualquier chica, sea como sea. ¿Puedes?
--Cambiemos de conversación, ¿te importa?
--Sólo una cosa más. Escucha. Por ejemplo, tú y esa señora, ¿qué hacéis para que os salga tan bien?
--Ya vale, te he dicho.
--Puede que me vaya a China. Tengo una vida sexual asquerosa.
--Naturalmente. Tu cerebro aún no ha madurado.
--Sí. Tienes razón. Lo sé. ¿Sabes lo que me pasa?
--Pues claro. La última vez que nos vimos ya te dije lo que te hacía falta.
--¿Te refieres a lo del psiquiatra?
--Tú eres quien tiene que decidir. Lo que hagas con tu vida no es asunto mío.
--Supongamos que fuera. ¿Qué me pasaría? ¿Qué me haría?
--Nada. Absolutamente nada. ¡Mira que eres pesado! Sólo hablaría contigo y tú le hablarías a él. Para empezar te ayudaría a reconocer tus esquemas mentales.
--¿Qué?
--Tus esquemas mentales. La mente humana está... Oye, no creas que voy a darte aquí un curso elemental... Si te interesa, llama y pide hora. Si no, olvida el asunto. Francamente, no puede importarme menos.

(Le pongo la mano sobre el hombro. ¡Jo! ¡Cómo me divierte!) --¡Eres un cabrón de lo más simpático! ¿Lo sabías? -le digo.

--Tengo que largarme. Me alegro de haberte visto.

Saboreo las cenizas de tu muerte

Saboreo las cenizas de tu muerte

las flores esparcen
agua inesperada
en mi manga,
agua inesperada
fría y limpia
como nieve
mientras espadas
afiladas como tallos
entran
contra tu pecho
y las dulces
rocas salvajes
caen encima
y
nos encierran.

Lo peor de todo

He conseguido trabajo en una tienda de hamburguesas. Es una tienda grande que pertenece a una cadena aún más grande con establecimientos en todo el país. Está toda decorada en rojo, amarillo y naranja. Tiene fotos de las hamburguesas, para que la gente las vea y elija. Las hamburguesas que servimos son considerablemente más pequeñas que las que aparecen en las fotos. Tenemos doce tipos distintos de hamburguesas; con queso, con bacon, con lechuga, con cebolla, con salsa barbacoa, con tomate y mostaza o bien sin queso, sin bacon, sin lechuga, sin salsa barbacoa, sin cebolla, sin tomate o sin mostaza. Te puedes comer una hamburguesa sólo con el pan, pero te cuesta lo mismo que una con tomate y mostaza, así que no sé si merece la pena. Entro a trabajar a las nueve de la mañana, pero me levanto a las ocho para no llegar tarde. Lo primero que hago al entrar es pasarle un paño a las mesas, un paño húmedo, si alguna está muy sucia le pongo detergente al paño, pero normalmente no hace falta. Después voy a la cocina y me ocupo de las patatas fritas y los aros de cebolla. Mi padre pensaba que yo tenía madera de diplomático, pero lo cierto es que la mitad de las patatas fritas se me caen fuera de las cestas. Aquí no sólo servimos hamburguesas, tenemos también algunos platos combinados con los nombres en inglés, pero yo personalmente pienso que uno no debe comer nada que no pueda pronunciar con facilidad.

Me gustaría poder disparar contra tus fantasmas

Salta del tejado y aplasta mis flores, estaré contigo cada vez que te acerques a lo que eres, seas lo que seas.

Te vio bebiendo solo y te vio hacértelo con hombres y mujeres. Te vio perdido en las noches de nunca más dejaré que me hagan daño. Te vio dando vueltas alrededor de tu propia sombra. Te vio con tu mejor ropa.

El ruido de mi propia cabeza rebotando me resulta tan familiar que casi me asusto cuando dejo de oírlo.

Puede ser que a estas alturas ya estuviera roto, pero también es posible que reconociera todos mis pedazos.

Cualquier clase de pánico que empiece en mi mente termina siendo pánico...

Viaje de ida y vuelta

Por qué, por qué, por qué; siempre el duro muro de las dudas y el desconocimiento.

Por qué.