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La senda del perdedor

Es posible que esta mierda no te conduzca a nada

--Vale, mira, yo no quiero herirte ni nada de eso, pero es posible que esta mierda no te conduzca a nada.

--Está bien, no te preocupes por mí.

--Claro, chico, pero ¿no hay nada en la vida que te importe?

--Oye, ¿sabes éste? ¿En qué se diferencia el culo de un pollo y el culo de un conejo?

--No tengo ganas de oír chistes, tío. Lo que yo quiero es saber si no hay alguna cosa que te importe.

--Está bien, mierda. Yo estaba en sexto curso, creo. La profesora nos pidió que escribiéramos algo sobre la experiencia que más nos hubiera cambiado. Y no me estoy refiriendo a cambiarnos de piso.

--Ya.

--De todos modos, escribí sobre aquella rana que encontré en el jardín. Se le había quedado una pata atrapada en una valla de alambre. No podía soltarse. Le saqué la pata de la valla de alambre, pero seguía sin moverse.

--¿Ah, sí?

--Así que me la puse en las rodillas y le hablé. Le dije que estaba atrapado, que también mi vida estaba cogida por algo. Le hablé durante mucho rato. Al final saltó de mis rodillas y se fue saltando por la hierba y desapareció en algún arbusto. Y me dije que aquella rana era lo primero que había echado de menos en toda mi vida.

--Ya. ¿Y qué?

--Bueno, pensé que...

--Chico, ¡tú estás loco!

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